Bahía Blanca (ARG)


Navegando en el velero Esperanza de la PNA

por Hugo W. Barzola


Crónica Nauta:


Un día, allá por la década de los 80. como premio a actuaciones en regatas por el campeonato local, se nos había ofrecido a los navegantes del estuario, navegar en ese velero emblemático de la Prefectura Naval Argentina. Así es que los premiados de distintas categorías del club pudieron intervenir en una navegación que tenía dos etapas, la primera desde Buenos Aires a Bahía Blanca y otra días después de vuelta de Bahía a Buenos Aires. Es así como un grupo realizó el primer recorrido con todo el entusiasmo que es de imaginar, siendo por lo general gente joven la que formó esta tripulación, entre la que se encontraba Marcelo Marcucci, el “Fleco” Giménez y mi hijo mayor Hugo Adrián, el único mayor era el “Oso” Osvaldo Marcucci, padre de Marcelo.
A mi grupo le tocó el segundo viaje, este fue formado por una tripulación con un nivel de mayor edad…, fuimos una media docena de nuevos tripulantes, con el entusiasmo de poder participar al fin de tan ansiado premio.
Mi recuerdo del momento de partida está reflejado por una serie de fotos que obtuvo mi hijo Hugo Adrián (Chino), que van desde el momento que desde el GC75 de PNA estoy abordando el Esperanza.

Luego vienen una serie de temas del mismo ya con toda la tripulación a bordo haciendo una breve recorrida por el canal desde el comienzo del puerto hasta Galván, allí tuve mi primera alegría de viaje, pues sin saber porqué (tal vez era el mayor) había sido elegido,… el capitán Juan Carlos Fernández me invitó a tomar el timón de rueda del velero…, por ello pude hacer dos piernas barlo-sota que recordaré por siempre.

Por mi parte yo también había llevado una cámara y en esos momentos de preparativos de partida, obtuve también algunas fotos que considero memorables, donde aparecen personajes como el “Nono” Torres, personaje emblemático igualmente tanto de la PNA como de la Armada, famoso instructor de vela responsable de la performance, tanto del Esperanza de PNA como del Fortuna de la Marina.

También se nos unió alguien muy conocido de nuestras tripulaciones del club, “Grillo” Debardesi, Prefecto de PNA que mientras estaba de pase en Bahía, amante de la vela, se agregaba en tripulaciones de regata y en este caso se unió a nosotros en viaje a BUE.

Como se apreciará en las fotografías, el clima estaba con un estado nuboso muy cerrado, con amenaza de precipitaciones, cosa que creo que no llegó a cumplirse aunque si el viento NO que tenía fuerza de moderado, en cuanto salimos de los canales hacia el mar, (lo hicimos a pleno Spy, tal como se aprecia en la fotos), tomó nivel de regular a fuerte.

Es así que entonces al enfrentar realmente el mar a la salida de la bahía se comenzó con los cambios de vela a fin de adecuar las mismas al viento. A todo esto tuvimos un anochecer prematuro al estar el cielo totalmente cerrado, por lo que vimos las primeras luces encender en Pehuen-co y unas millas más, las de Monte Hermoso.
El mar se encontraba con una ola media de tormenta, distendida, pero de esas que impresionan, en especial cuando se la ve avanzar por la popa… Pero también cabe decir a fuero de verdad, que empezó a hacerse sentir el efecto del “mal de mar” por lo que fueron desapareciendo algunos tripulantes de la tripulación agregada…

A todo esto llegó la hora de la cena, fue interesante ver a uno de los tripulantes oficiales del Esperanza, que oficia el rango de cocinero, el mismo asegurado con un arnés de seguridad, trabajó en su área sin hacerse problemas por el movimiento de navegación y preparó un suculento guiso, al que se anotó toda la tripulación oficial y algunos de los invitados…
Esta bien que esto se hizo en dos o tres turnos, para cubrir a los que estaban en la guardia de navegación. Comento ahora que al rato de navegar, el navegador nos había indicado los turnos de guardia que se nos asignaba a cada uno…, que fueron pocos los que pudieron cumplir en su totalidad, pero que marcan la rutina de navegación del velero para sus tripulaciones, con sus distintos horarios para cada grupo.
A mi me tocó el segundo o tercer turno despúes de cena, para luego tener libre para descansar, para entonces las pocas cuchetas que dispone el velero habían sido cubiertas…, por lo que pude averiguar a veces se utilizaba la proa donde se guardan los bolsos de velas…, claro no era el lugar mas recomendable, pues es donde se multiplica el movimiento al golpear la ola, lo que se va amortiguando hacia el centro y mas en la popa.
Pero mi cansancio y la buena y copiosa cena, aparte de la previsión de tener que cubrir mi guardia me indicaba que me recostara y si se podía, conciliar algún sueño y poder cumplir adecuadamente mi guardia.
Entonces me tendí sobre un gran bolso de velas de las cuales no puedo confesar de cual se trataba, pues justamente ese lugar no tiene acondicionado plafones de luz ni comodidad alguna, es un depósito como dije formado en la proa del barco.
De todas formas luego de adaptar mi cuerpo al sitio, al rato acunado por los vaivenes y el sonido de las olas pude caer en un reparador sueño del que fui despertado cuando llegó el momento de guardia.
Me abrigué adecuadamente pues teníamos un viento del NE y el ambiente era frio y húmedo. Cumplí casi una hora de apoyo en la bañera con el resto de mi grupo, en un determinado momento me preguntan si me interesaba timonear…!!, es así que ahora era ya un veterano…(de timón) por que aun en aquella época, los 80 y pico, ya era un verdadero veterano…(en edad).

Tuve oportunidad entonces de tener la sensación de navegar en un verdadero pura sangre de la vela, si bien ya en esos momentos era un diseño aparentemente antiguo (aunque no en belleza), hoy ya en el 2008 sigue compitiendo y en determinadas regatas a tenido triunfales resultados, más aun en las que corresponden a su clase.

Así que conservo una impresión imborrable de esa hora que me mantuve al timón y que pudiera haber sido algo mas, pero como el borde había dado casi desde Claromecó muy ajustado, se había comenzado a hacer piernas, borde afuera, borde adentro, a mi me había tocado el borde afuera y en determinado momento por orden del navegador, se realiza el cambio y se va hacia babor (borde adentro).

Recuerdo que vimos pasar por el través las luces lejanas de Necochea-Quequen, tratando de ceñir cerradamente y logrando extender el borde hasta Miramar, donde en la isobata de 5 metros, que era nuestro límite se volvió a hacer un borde mar afuera.

Otro recuerdo de aquel momento era ver los múltiples barcos de pesca, pues ya nos encontrábamos en su zona de pesca, con sus luces bailando en el océano a un ritmo a nuestro parecer, enloquecedor.

Nos poníamos en el lugar de esas tripulaciones, parecían que estaban en el lavarropas, mientras nosotros marchábamos cortando las olas a un ritmo que según nos aseguraron los tripulantes oficiales, era la de mayor velocidad posible en este tipo de velero, pues cuando me tocó timonear recuerdo que estábamos en unos 10/12 n y la velocidad posible según los datos de los entendidos es apenas algún nudo mas.

Es difícil comentar lo que se siente navegar timoneando un velero de 22 m. de eslora a esa velocidad, prácticamente cortando las olas, y que acomodándose a su ritmo como un jinete en su cabalgadura, se puede gozar de su ritmo, todo esto envuelto en la oscuridad.
Digo oscuridad pues era de noche y con un cielo totalmente cubierto, pero no se puede asegurar que sea total, con la vista por ese tiempo totalmente acostumbrado a la pobre luminosidad remanente, se entreveía la luminosidad fosforecente de las rompientes de las olas, algunas noctilucas y las ondulantes luces de los pesqueros que parecían a veces desaparecer bajo las olas…

Esto sucede hoy día nada mas que en los barcos de regata, y depende de que tipo de regata, pues las largas singladuras se conducen por intermedio del timón automático electrónico o el ya viejo timón de viento.

Pero en nuestro caso tuvimos la oportunidad de ver la conducción de nuestra embarcación totalmente lanzada a fondo como en regata y poder alternarnos en su conducción, algunos de los tripulantes representantes del CNBB.

Con acertadísima justeza nuestro navegador, dio la orden oportuna de borde adentro con el respeto debido a la geografía para sobrepasar el cabo Corrientes y la ciudad de Mar del Plata, cuando llegamos a ese punto era una hora elevada, tal vez medianoche o mas.

La maravilla de ver una gran ciudad desde el mar se constituye en una visión inigualable de la cual nos regocijamos de poder contemplar, sus luces increíbles, los lugares distinguibles, los pocos que podían señalarse como para identificar la misma, todo un ejercicio de práctica de navegación nocturna, tratando de distinguir los mas conspicuos según las apreciaciones de la carta o el Derrotero.
Creo que de ahí en adelante, mi propio turno de descanso lo pasé por alto, interesado en absorber todo el resto del panorama del viaje que se nos presentaba y aprovechando otra oportunidad de timonear que me brindaron.
Hasta allí se habían mantenido las condiciones del tiempo tormentoso con vientos fuertes del NE, pero en algún momento hubo una transición, rotando el viento 180º, tanto es así que cuando a la madrugada teníamos por el través el comienzo de San Borombon, ya íbamos con mayor y genoa a pleno.

El otro cambio, fue el apreciar ese amanecer con una salida del sol desde el mar; ver un cielo totalmente despejado hacia nuestro rumbo y solo distinguible a nuestra popa los rastros de la tormenta que dejábamos atrás y como si hubiéramos pasado un límite con la tormenta el oleaje se había aquietado y teníamos una marcha mas suave como aceitada sobre nuestros rieles de mar…

Es entonces que como si nada hubiera pasado poco a poco fueron renaciendo los afectados por el “mal de mar” y cuando complementábamos el pasaje de la Bahía de San Borombón ya todo el mundo a bordo y en cubierta participó a pleno del viaje.
Recuerdo que hasta se armaron coros y algunos se animaron a mostrar sus cualidades artísticas si cabe, todo gracias a la guitarra que uno de los hermanos Beier había incluido en equipaje y que nos proporcionó alguno de los mejores momentos en conjunto de todo el viaje. 
Para entonces estábamos a la altura de La Plata, luego Quilmes y así por toda la costa ya del Río de la Plata; fue en esos momentos que el capitán ordenó izar Spy y la tripulación realizó la maniobra, manteniendo como en todo el viaje una sensación náutica de plena velocidad.
Así fuimos pasando por el través de babor los distintos puntos notables de la costa llegando casi frente a Buenos Aires con la penumbra de un magnífico atardecer, íbamos a entroncar con la canalización de entrada cuando a lo lejos vimos avanzar raudo el catamarán de Buquebus, haciéndonos apuestas a quien llegaba primero al cruce…

Ganó Buquebus, pero detrás seguimos también nosotros desde el S para ir entrando hacia puerto con destino al Yacht Club Argentino.

Pero en este momento también tengo que destacar otra de las grandes impresiones que nos dejó el viaje; cuando estábamos entrando a las dársenas del puerto vimos surgir un espectáculo que nos maravilló y nos hacía pensar en una postal que había visto en alguna publicidad de Nueva York, Manhattan, con todos sus edificios al anochecer iluminados y en el fondo una luna enorme que parece de utilería por lo increíble de sus dimensiones. 

Bueno…!, pero esto lo estábamos viendo nosotros al llegar a Puerto Nuevo…!!! 

Pero todavía nos quedaba una última gran impresión, por que ya ven que fueron varias y todas en rápida sucesión, les dije que el Esperanza venía con su Spy desplegado y a toda marcha, aun cuando a esa hora el viento desde hacía un rato se había atenuado, aún nos llevaba a gran marcha totalmente inflado.

Es entonces que se produjo la última gran maniobra de esa gran tripulación, que nos ganó la admiración, por la capacidad de su capitán Prefecto Juan Carlos Fernández y el entrenamiento de su brillante tripulación. Nuestra rauda marcha no cesó y cuando enfrentábamos el murallón del muelle del puerto y no daba la orden de arriar, no quiero exagerar que nos había dejado helados, pues eso fue solo a pocos metros del mismo cuando lo hizo, virando a babor casi en redondo para ir ya sin velas, con la estropada a amarrar al muelle del Yacht Club Argentino.
Y es allí que todo terminó,…si, así es, después de todo ese torbellino vino el desbande, fue tan rápido que apenas alcanzó para unas breves despedidas a todos los compañeros de viaje y tripulación del barco incluido su capitán y el navegador (el Nono), pues en mi caso debía tratar de alcanzar alguno de los ómnibus que partían para Bahía Blanca, ya que en mi caso debía retornar rápidamente a hacer frente mis obligaciones y responsabilidades comerciales.

No recuerdo quien me acompañó con idénticas acciones, pues el resto tenía margen y aprovechaba su estadía en la gran ciudad, nosotros después de la despedidas tomamos nuestros bolsos y a paso redoblado cruzamos el muelle y nos adentramos por las calles y avenidas que justo daban frente a la estación Retiro, la que parece mas cerca pero que está a una buena distancia y a la que llegamos mas cansados por el trote que por todo el viaje de mar.

Pero por suerte obtuvimos nuestro pasaje justo a tiempo y retornar en un bus de las 23 hs., quedando impresas en nuestra memoria para siempre estas visiones, aprovechando la oportunidad para participarla al resto de amigos y colegas navegantes por si no tienen esa dicha o tal vez como anticipo de las impresiones que los entusiasmarán a realizarla, si a su vez se les presenta a ellos.

Dejo mis últimas palabras para agradecer a la Prefectura Nacional Argentina por su brillante iniciativa, recuerdo siempre que aún nos debía la Armada un viaje en el Fortuna como idéntico premio…(pero me han dicho que al final lo hicieron, la pena es que yo me lo perdí por no haberme enterado); haber podido ser parte de esa aguerrida tripulación, que con ese mando fue capaz de varias hazañas, viajó hasta el sur, Ushuaia, Islas de los Estados, ganó su clase en la Buenos Aires – Río, intervino en varias regatas de altura y dio oportunidad de participar en sus tripulaciones en regata, a dos meritorios jóvenes patrones, Marcelo Marcucci y Hugo A. Barzola, del CNBB, que los acompañaron honorablemente. Un MUCHAS GRACIAS PNA (gigante), nos queda por darle y desde ya le damos participación a nuestros colegas de tan espléndido premio.

Hugo W. Barzola
Piloto de Yate
Prom. 14 de 1974
CNBB – Bahía Blanca
®

HWB.-



Navegación en el velero ESPERANZA  de la PNA




Navegación en el velero ESPERANZA  de la PNA




Hugo W. Barzola
Piloto de Yate
Prom. 14 de 1974
CNBB – Bahía Blanca
®

HWB.-

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